Antes de la invasión a gran escala de febrero de 2022, Rusia era un importante proveedor de gas natural a Europa, cubriendo aproximadamente el 40% de sus necesidades. La invasión provocó una fuerte reducción de estos suministros, lo que provocó que los precios del gas se dispararan y contribuyera a una crisis del coste de la vida en todo el continente. En respuesta, los gobiernos y las empresas europeas han estado buscando activamente fuentes de energía alternativas.
Históricamente, Europa dependía en gran medida del gas ruso transportado a través de gasoductos. Sin embargo, la invasión provocó un cambio hacia el gas natural licuado (GNL), y países como Alemania establecieron rápidamente terminales de importación flotantes para asegurar suministros alternativos. Según Simone Tagliapietra, analista de energía del centro de estudios Bruegel, el mercado de gas de Europa está bien abastecido en la actualidad.
No obstante, a pesar de los esfuerzos por diversificarse, el gas ruso sigue llegando a Europa. Austria, por ejemplo, ha aumentado sus importaciones de gas ruso del 80% al 98% en los últimos dos años. Italia, si bien ha reducido las importaciones directas, sigue recibiendo gas de origen ruso a través de Austria. El gas natural de Siberia occidental fluye a través de gasoductos a través de la frontera ucraniana hacia la Unión Europea, abasteciendo a países como Austria, Eslovaquia y Hungría. Armida van Rijd, investigadora principal del Royal Institute of International Affairs, señaló que si bien los esfuerzos europeos por reducir la dependencia del gas ruso son encomiables, la diversificación total de los suministros energéticos sigue siendo un gran desafío en medio de una alta inflación y una crisis del costo de la vida.
A medida que se acerca el invierno, los precios del gas natural en Europa pueden aumentar debido a una mayor demanda impulsada por el clima más frío. Las temperaturas nocturnas en Europa ya han caído por debajo de las normas estacionales, lo que sugiere un invierno más frío por delante y un consumo de energía potencialmente mayor. Esta visión es respaldada por la Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA), que anticipa una mayor demanda de calefacción a medida que bajen las temperaturas.